La Estancita
La Estancita es un bucólico paraje del cordón de las Sierras Chicas. Se accede a través del Camino del Cuadrado en el km 11, donde la cartelería sobre mano derecha anuncia La Estancita y a la izquierda, invita a Colanchanga. Al tomar el desvío comienza un camino de ripio en buenas condiciones. A los dos kilómetros una bifurcación conduce, por un lado, a la cascada, y por el otro, a la pequeña villa La Estancita. Ambas opciones son tentadoras, pero el objetivo del viaje es conocer el famoso salto de agua. Se cruza el lecho del río Salsipuedes y luego hay que pasar por un inclinado puente de madera, que pone adrenalina a la aventura. Hay que tener en cuenta que las características del terreno exigen llevar calzado apropiado para caminar por relieves serranos. Tras un interesante trekking por camino sinuoso se arriba a la cascada La Estancita, donde se comprueba que las bondades escuchadas sobre ella no son fantasías. Es un hermoso paisaje que tienta darse un chapuzón. Hay una hoya bastante profunda y muchas piedras alrededor, ideales para sentarse a descansar y escuchar el murmullo del agua. La caída de agua es caudalosa y la armoniosa postal motiva para tomar muchas fotografías.
Fiesta Patronal de la Estancita. Cada 2 de febrero el tranquilo paraje de La Estancita sacude su modorra desde la mañana temprano. Cientos de mujeres y hombres; niños, adultos y adolescentes, todos con atuendos gauchescos, comienzan a llegar. Muchos lo hacen a caballo y otros llegan en ómnibus. Se saludan, se abrazan, están contentos. Es la celebración de las fiestas patronales de la Virgen de La Candelaria. La villa La Estancita tiene como centro la antigua y sencilla capilla La Candelaria, que fue construida por los monjes dominicos para sus retiros espirituales. A pocos metros hay un ¬convento y la plaza principal, donde se realiza la fiesta. Y un poco más allá, un Vía Crucis cuyas estaciones trepan al cerro por un camino con forma de caracol. Enseguida se armó el baile, con cumbias, pasodobles, cuarteto y algún tango. A la iniciativa la tomaron las paisanas y después se sumaron los gauchos. Más distantes, algunos jugaban a la taba y otros brindaban con cerveza, mientras los caballos estaban atados a los árboles. Después vino la procesión y por último el grupo se dispersó, hasta el año que viene.